De don Fortunato Turrini
En 1208, Zanebello, un sacerdote de la parroquia de Cles en el Val di Non (valle de Non) – que en la época romana se llamaba “Anáunia” – iniciaba el peregrinaje a Santiago de Compostela. Antes y después de él, muchos cristianos anduvieron por los caminos incómodos de aquel tiempo, para ir al santuario de Galicia. Eran hombres y mujeres procedentes del Trentino y del Sudtirolo (Tirol del Sur), unidos por la devoción y la confianza en el Santo enterrado en España. Conocían y se transmitían la historia del ahorcado, que se encontraba en el Codex Calixtinus del siglo XII, ya antes de que Jacobo de Varagine la escribiese en su Leyenda Áurea.
Altemanno, obispo de Trento, el 12 de mayo de 1142 consagró la iglesia de Grissiano al apóstol Santiago, en la calle que subía desde el valle del río Adigio hacia el Valle de Non. Esta citada en el siglo XII es una de las 46 iglesias presentes en nuestra región dedicadas al apóstol, y es el resultado de un culto jacobeo muy difundido. El origen de muchos edificios sagrados era un voto, una penitencia y pecados que expiar: los que no podían ir personalmente a Santiago hacían construir un lugar de devoción en honor a Santiago, y lo dejaban en manos de los venideros, los cuales lo enriquecían con legados y reliquias.
Durante el siglo XVI, precisamente en 1522, un canónico de la catedral de Trento obtuvo, quien sabe cómo, un fragmento precioso del cuerpo del apóstol, o sea un dedo, y lo hizo enmarcar en un hermoso relicario de plata, que está conservado cuidadosamente en el Museo Diocesano Tridentino.
La devoción por el apóstol Santiago era fuerte no solo en las grandes naciones europeas, sino también en el Valle de Non, donde se garantizaban caminos construidos en la época romana y practicables en cada estación para los peregrinos que se dirigían a Santiago, o hacia las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, en Roma. Lo normal era hacer que alguien llevara a cabo los “peregrinajes vicarios”, y que anduviera en los santuarios más famosos en lugar de la persona interesada, a través de un premio.
Las vías más recorridas partían desde el valle en el norte, pasando por el “Val d’Ultimo” o las “Palade” (más o menos 1600 msnm), y se introducen en el valle Venosta. Desde aquí era bastante fácil llegar al río Inn, el cual se recorría hacia atrás, y se camina hacia el Lago de Costanza y hacia el santuario de Einsiedeln, para avanzar hacia el valle del Rodano y en los “caminos” franceses. Las calles que iban desde el valle de Non hasta los valles Giudicarie iban hacia el sur, muy a menudo para llegar al Lago de Garda, el cual facilitaba el camino de los peregrinos a través de pasos en barco. Desde el lago era muy fácil meterse en la Vía Frangicena, que cruzaba los Alpes y permitía fluir en uno de los “caminos” franceses citados antes.
El valle de Non contaba con muchos albergues para los peregrinos que iban a Santiago y los dirigidos a Roma y Jerusalén. Entre los devotos que intentaban llegar a esos destinos lejanos se recuerdan decenas de nobles y plebeyos. En la parte noreste de la “Anaunia” se encontraban S. María de Senales, S. Bartolomé de Romeno, S. Gallo de Cagnó, S. Biagio de Romallo, y S. Justina de Dermulo. Hacia el suroeste, sin contar los albergues del Valle de Sole (S. Biagio de Malè, S. Brigada de Dimaro, S. Antonio de Mastellina, S. Bartolomeo de Tonale, a 1969 msnm), se podían encontrar S. Emerenziana de Tuenno, S. Spirito de Pavillo, S. María Coronata de Cunevo, S. Pancracio de Campodenno, S. Angelo de Quetta, S. Cristoforo alla Rocchetta.
Es decir, aproximadamente quince estructuras abastecidas de puntos de restauración y descanso, administradas por religiosos o eremitas que ofrecían consuelo espiritual junto a la hospitalidad.
En el camino lleno de albergues se encuentran todavía las iglesias dedicadas al apóstol Santiago, o los frescos que lo recuerdan directamente – como por ejemplo en la fachada de S. Antonio Abad de Romeno, del siglo XV – e indirectamente (con referencia a los protomártires de Anàunia, pintados como los peregrinos jacobeos en Dres, cerca de Cles, y en Pavillo, cerca de Tassullo). Se habla de un homenaje a los caminantes del sagrado que se dirigían a Santiago, que los artistas podían ver con sus propios ojos mientras transitaban por el camino cerca de las iglesias.
En el pueblo de Fondo, situado en el alto valle de Non, a finales del siglo XV, según una historia que no está documentada por escrito sino que está atestada por frescos, algunos padres de familia partieron hacia el gran santuario gallego, que distaba casi 2300 km. Sus parentescos habían sido perdonados por la peste que probablemente había empezado en 1482 en Trentino. Ellos habían prometido ir en peregrinaje a Santiago si todos sobrevivían. Cuando regresaron del viaje de agradecimiento, sobre los muros de las casas hicieron pintar siete frescos con la imagen de Santiago.
Después de haber comprobado el testimonio de la devoción a Santiago el Mayor en el valle de Non, se pensó hacer vivir otra vez la antigua tradición del peregrinaje a través de algunas etapas que siguen las huellas de los antiguos caminantes en el camino del valle. El viaje, que se tenía que hacer andando, como era costumbre en el medioevo, tenía como punto de partida la basílica de los Santos Martires Anaunienses en Sanzeno, y como meta tenía el santuario de un eremita del siglo X, S. Romedio. Este último había ido a Roma para rezar cerca de las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles, y más tarde fijó su residencia en el valle que lleva su nombre.
El “Camino jacobeo de Anaunia” pasa por algunos de los lugares más importantes del los recorridos antiguos: S. María de Senale (conocida en alemán como: Unsere Liebe Frau In Walde) en la zona plurilingüe de el valle de Non; el territorio de Rumo y de Bresimo, que presenta muchas hermosas iglesias medievales; el bajo Val di Sole (valle de Sol) con el pueblo de S. Giacomo; la capital de Anaunia, es decir Cles junto a Caltron y Dres; Tassullo, Nanno Tuenno, Terres, Flavon, Cunevo, Lover junto a lugares de culto y eremitorios dedicados a santos muy venerados en la época medieval (S. Vigilio, S. Biagio, S. Emerenziana, S. Jorge, S. Juan Batista, S. Lorenzo, S. Mauricio, Santiago). Por fin, está la parte izquierda del Noce, el río que cruza el valle, con Ton, Dardine y su iglesia dedicada a S. Marcello, Torra, Segno (patria del ilustre misionero de México Eusebio Francisco Chini), Taio, Coredo y al final del camino se encuentra S. Romedio.
Hay ocho etapas en un total de 170 km, las cuales además de estar cargadas de un carácter sagrado y aunque puedan resultar arduas, son muy atractivas y llenas de hermosos paisajes y de encuentros con culturas y costumbres antiguas.
El camino está completado por distintas propuestas de acogida: de la misma manera que el “Camino francés”, muy conocido en España, todo está señalado por conchas amarillas y carteles que indican la dirección correcta. A lo largo del trayecto se encuentran muchas casas rurales, hoteles, y pequeños restaurantes que hacen menos dificultoso el camino de los peregrinos, que van a pie en recuerdo de los antiguos devotos del apóstol Santiago.